Desde hace trece siglos, Japón diseña espacios de meditación en comunión con la naturaleza. Representan el universo y están concebidos para inspirar vitalidad y serenidad. El más conocido de los kare sansui es el jardín seco del templo Ryoan-ji, creado en 1473. El jardín zen del templo Daitoku-ji, al noroeste de Kioto, se cuenta entre los más famosos de Japón, antigua capital imperial de Japón. El altar de rocas grises, destaca tras la sencillez de un suelo de grava rastrillada y contra un fondo de arbustos y coníferas. El jardín es venerado por los monjes del templo y su finalidad principal es ofrecer un ambiente exterior propicio para la meditación.
Aunque en apariencia sencillos, los jardines más difíciles de diseñar son los de piedra. Los más bellos se pueden visitar en los templos de Kyoto , donde fueron concebidos como instrumento de meditación para los monjes zen.«Estos recintos están despojados de toda suntuosidad; la grandeza reside en las cosas simples»
El centro de atracción tradicional del jardín es una roca o un grupo de rocas que ayudan al observador a abstraerse de su realidad cotidiana para concentrarse.
Las rocas deben colocarse contra un fondo -como pequeño patio trasero o un rincón del jardín- del que destaquen. El tamaño y la naturaleza del fondo son indistintos, pero su disposición debe producir el efecto de dirigir la mirada hacia el altar de rocas. Las rocas siempre tienen que estar colocadas en grupos de 3, 5 y 7, y nunca aleatoriamente. Las rocas son caligrafias, por lo que en cada jardin hay una frase, un pensamiento o idea.
Siempre representan en su colocacion un paisaje de japon. Los surcos de la grava es como se comportaria la superficie si las rocas estuvieran surgiendo de ella, como se moveria la energia.
Un jardín sencillo podría constar de un grupo de tres rocas dispuestas con esmero sobre un suelo de grava cuidadosamente rastrillada, musgo o césped corto que actúe, además, como primer plano. En un espacio reducido, basta con elegir un rincón tranquilo, colocar las piedras y añadir tal vez un pequeño prado o una zona cubierta de guijarros.
La arena rastrillada representa el mar, en torno a las rocas se rastrilla en anillos, como si estas formaran ondulaciones en el agua. En el resto del jardín, se rastrilla en paralelo a la plataforma. Ahora se permite introducir piedras talladas en los jardines secos (antes sólo piedras naturales).
El jardín de piedras frente a la residencia del abad se llama Isshidan, mientras que el jardín de piedras más pequeño de Japón se llama Totekiko.
El templo principal está rodeado por varios templos más pequeños, formando un tipo de pueblo de templos. El templo principal y algunos otros están abiertos al público y exponen arquitectura y diseño zen, incluyendo bellos jardines y cuartos de ceremonia de te. Este conjunto de templos representa todo un compendio de la cultura zen; sobe todo, el Shinjuan, cuna de la “ceremonia de té”, instaurada en el siglo XVI por Juko y Sen no Rikyu, el maestro que se vio obligado a hacerse el “seppuku” (suicidio ritual).
El conjunto está rodeado por tres jardines “secos”, de estilo karesansui, que han sido atribuidos a Sôami. Su horario es de 9 a 17 horas y su entrada cuesta unos 400 yenes.
El Barco del Tesoro es una de las piedras más famosas, recuerda a un junco desplazándose entre las olas. Este jardín evoca todo un panorama de montes, ríos y cascadas, pero sin emplear una sola gota de agua, es una versión tridimensional de la pintura paisajista monocroma de estilo Sung. El destino de la humanidad, su relación con la naturaleza y su lugar en el universo están expresados en esta obra sin igual.
Realmente una maravilla, maravilla del mundo que a mi personalmente me encanta como turista visitar. Contemplar un jardín japonés es como sumergirse en un sueño en el que las rocas son montañas, donde la grava se modula en forma de ondas provocadas por la caída de una gota imaginaria en un estanque, y donde las cañas de bambú, al moverse, dejan oír la música de sus emociones. Como un fluir constante de sensaciones, colores y texturas, el diseño de los jardines japoneses fue concebido, hace más de trece siglos, como un instrumento para conseguir la correcta percepción de la realidad. A diferencia de los occidentales, los jardines japoneses no están hechos para pasear. Se deben admirar como si se tratara de una pintura o una caligrafía, donde del desplazamiento del cuerpo y la apertura de la mente son esenciales.
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